sábado, 17 de septiembre de 2011

reprimidos




Me pareció una imagen muy buena. Por un lado, porque tiendo a imaginarme mentalmente las situaciones que me grafican normalmente y porque, ésta en particular, me hace recordar un poco mis acotados estudios en Facultad de Medicina. Por otro lado, el hecho de que se estén peleando por la autonomía de una palabra tan llena de simbolismos como es el corazón, es lindo.

De alguna manera siento que las situaciones que se viven el día a día: el stress de la rutina, los tiempos, el ruido, las preocupaciones y los conflictos, son muchas veces, tensiones que se viven a falta de corazón; de sentimiento, de amor y cariño no tanto por las cosas que se hacen, sino también por el otro.

Vivimos en un mundo donde la individualidad nos hace pensar sólo en nosotros mismos, en nuestros asuntos y en nuestras cosas, alejando a los otros de mi lado. No vemos más allá de lo que nuestros ojos quieren ver. No vemos más allá de nuestro horizonte próximo y, nuestro horizonte distante. Es decir, caminamos en la calle, en el metro, a la feria y sólo vamos por aquello que buscamos. Nuestros planes a futuro, se hacen en base a aquello que queremos realizar, sin tener en cuenta nuestras relaciones y vinculaciones con los otros. Dejando de lado los grados de autonomía y dependencia de las distintas personas con respecto a otras, creo que tales vinculaciones deben realizarse en torno al otro general; al otro colectivo.

No intento con ésta critica, generalizar e in-visibilizar la realidad de tanta otra gente que sí está pendiente del otro, pero creo que es un mal que poco a poco se está llevando más adeptos.
Aunque me alejo un poco del planteamiento inicial, creo que lo mismo ocurre con las palabras vacías y sin sentido con las que nos expresamos muchas veces. Se produce un abuso de ellas en justificación de un sentimiento real y verdadero hacia una persona que, termina perdiendo la potencia de la misma, cuando realmente se quiere expresar.

De cualquier forma, no nos entregamos a los otros como un otro que también está viviendo situaciones incluso, peores que nosotros. Y es esa ceguera la que, finalmente se convertirá en nuestro acompañante mañana. Muchas veces me pregunto cómo no somos capaces de valorar aquello que tenemos, con pro y contras. Creo que el sentimiento de una vida perfecta oculta situaciones imperfectas; reales y complejas que de alguna u otra forma, buscan ocultarse, tras el mismo sentimiento. Aceptarla tal y como es, contentarse, disfrutar y vivir la vida, es aquello que nos llevará a estar bien entre nosotros y con nosotros.

Hace falta cariño, comprensión, compañía, interés y amor por el otro. Muchas veces me pasó que, madres de escasos recursos, abuelitas en un asilo y enfermos en el hospital, lo único que querían, por sobre estabilidad económica y salud, era tener un espacio para compartir y ser escuchados. Esos mismos in-visibilizados guardan dentro una infinidad de sentimientos que necesitan expresar y que, con la sorpresa del oyente, surgen dentro de la oscuridad a la que fueron relegadas. Es increíble cómo muchas veces, vas a un lugar a dar todo de tí, y te encuentras al final de las visitas con las manos llenas de sentimientos, alegrías, tristezas y cariño hacia tí.

Siempre recuerdo una frase de una eterna amiga: "La belleza está en las cosas simples". ¡Y es cierto!. Está cuando escuchas, cuando hablas, cuando entregas y acompañas... cuando ves. Eso nos falta. gpo