domingo, 25 de noviembre de 2012

Afrontando obstáculos disciplinares

Extraído el 25 de noviembre de 2012 a las 18.45hs de GdeFon
Sólo pueden sobrevivir, a lo largo de la historia, aquellas profesiones
que consiguen captar demandas emergentes, comprender su esencia y
desarrollar nuevas respuestas pertinentes y efectivas
(Aquín, 2006, pág. 29)
 
I. INTRODUCCIÓN

El problema de la generación de conocimiento en los círculos de discusión científica no es un tema reciente. Ya en tiempos de filósofos clásicos como Platón por ejemplo[1], los hombres se preguntaban por el origen y naturaleza del saber, acerca de la noción de verdad, la diferenciación entre lo que podría considerarse una verdadera fuente de conocimiento, aquello que sale a los márgenes del mismo[2], el acceso a la verdad dentro de la finitud de nuestra existencia y la infinitud de posibilidades de un mundo cada vez más complejo.

Nuestra disciplina dentro de su corta vida como profesión, ha estado vinculada a éste tipo de razonamientos que no le son del todo ajenos. Desde sus orígenes académicos en nuestro país hacia el año 1925 con la primera escuela de Trabajo Social  hasta el día de hoy, se han realizado intentos por sentar las bases para un conocimiento fundado y real, con posibilidad de generar aportes a las ciencias sociales acerca de una disciplina en cuyo desafío directo recae la clásica tensión entre la teoría y la praxis.

Es en éste sentido que surgen preguntas desde qué camino tomar, cómo generar conocimientos, hasta cómo sistematizarlo y cómo construirlo desde nuestras vivencias ó experiencias profesionales. ¿Existirá un interés desde los profesionales por éste desafío? ¿Existirán las bases para lograr generar el conocimiento? Y más aún, ¿existirán realmente espacios para la generación de conocimientos desde nuestra disciplina? Respuestas pueden existir muchas: la vida laboral muchas veces no da tiempo para éstos análisis, no hay capacidad para escribir, podría ser una pérdida de tiempo, etcétera. Lo cierto es que nuestra disciplina tiene una vinculación real con la teoría y la práctica que no están siendo transmitidas  a las generaciones (Celia, 1976), a los profesionales y a la construcción misma de nuestra identidad como profesión.

Enmarcados en éste contexto y, dentro del proceso de práctica desde el cual nos insertamos como estudiantes, es que recae la pregunta por la factibilidad de crear conocimiento disciplinar real, concreto y útil para alcanzar la meta profesional a la que pretendemos llegar.

El siguiente ensayo busca entonces, aclarar la manera de generar teoría desde el Trabajo Social que nos oriente a una posible construcción de conocimiento desde el espacio de práctica en el Centro Educacional Eduardo de la Barra (CEEB).


II. DESARROLLO

En el séptimo libro de La República de Platón,  se plantea la idea de que todo conocimiento que podríamos adquirir en un momento de nuestra existencia, podría no solamente ser limitado, sino que falso. Sin embargo con el coraje, las ganas y la voluntad de las personas[3], es posible ampliar el conocimiento de aquello que se considera fundamental y real en nuestras vidas  (Giannini, 2009, pág. 51). Esta idea no deja de ser interesante. Por un lado a pesar de ser una alegoría tan antigua, no pierde el sentido, la utilidad y enseñanza aplicable hasta el día de hoy. Por el otro, porque da las pautas para salir del encierro del que podríamos estar prisioneros en cuanto al conocimiento del que disponemos acerca de la realidad misma a la que nos vemos enfrentados día a día. Es en éste sentido que se plantea la situación actual del Trabajo Social, en cuanto a una disciplina en búsqueda de legitimación como ciencia social con aportes sólidos en materia de intervención y, enmarcados en un desafío académico de generar conocimientos desde el propio quehacer profesional. Cabe la necesidad entonces, de formar más que tecnólogos sociales, a un científico social que se oriente a obtener conocimientos de la realidad (Toledo, 2004, pág. 8) y que permita finalmente “enfrentar el desafío de convertirse en conocimiento transmisible y sistematizado, capaz de enfrentar el debate en la arena de las ciencias sociales (Aquín, 2006, pág. 30). Pero, ¿cuál es la realidad de ésta propuesta en el espacio de práctica?

El Centro Educacional Eduardo de la Barra (CEEB) es un establecimiento municipal ubicado en la comuna de Peñalolén que, por disposición de la Corporación Municipal (CORMUP) de la comuna, ha dispuesto en ella una dupla psicosocial en cada uno de los establecimientos municipales para que se encarguen de intervenir a la comunidad educativa promoviendo mejoras en el aprendizaje y convivencia escolar (CORMUP, 2012, pág. 3). El (la) trabajador(a) social, en conjunto con el (la) psicólogo(a), opera entonces, desde los lineamientos del CEEB y de la CORMUP. Desde el primero, el (la) trabajador(a) social responde a solicitud de los agentes de la escuela quienes identifican a niños con problemas de adaptación. Trabaja tanto en modalidad de caso como familiar y, refiere al estudiante a servicios comunitarios externos que puedan responder a sus necesidades. Por eso puede hacer derivaciones, apoyar en actividades de convivencia escolar, realizar intervenciones en crisis, realizar visitas domiciliarias a estudiantes con alto porcentaje de inasistencias (CORMUP, 2012, pág. 45). Desde la CORMUP en cambio, la dupla debe “ejecutar de manera eficiente programas municipales de apoyo al desempeño escolar: Sistema de Alerta Temprana (SAT) y Centro de apoyo al aprendizaje SUYAI, además de gestionar acciones que permitan priorizar a estudiantes en el marco de la Ley SEP (CORMUP, 2012, pág. 3). Se habla entonces de un espacio laboral bastante ajetreado y con una carga no menor en la medida en que existen muchas intervenciones detrás cada alumno dentro del CEEB. La tensión no deja de ser cierta. Gestionar tiempos para determinar quiénes son los alumnos que dentro del SAT que deben ser intervenidos, realizar el seguimiento de aquellos que salieron en conjunto con las actividades administrativas que implica al comienzo de año identificar los alumnos que caerían dentro de la ley SEP junto con los antecedentes a reunir y enviar, además de las visitas domiciliarias y derivaciones que se tienen que realizar, reuniones municipales, consejos de orientación y de docentes además de verificar listas provenientes del SENDA para realizar intervenciones. Los tiempos muchas veces no alcanzan para realizar todas las actividades y la fuerza física y mental tampoco es suficiente. Es en éste momento donde surge la pregunta: ¿en qué momento generamos conocimiento? Y si hubiesen ganas, ¿cómo genero un conocimiento desde un espacio tan acotado y específico como lo es el CEEB ubicado en la comuna de Peñalolén que atiende a estudiantes con todos los factores antes nombrados y enmarcados en lo que son políticas municipales a cargo de una corporación municipal…? ¿Qué escribo? ¿Cómo escribo? ¿Lograré cumplir mi objetivo con tanto trabajo por hacer? Es por este motivo que es necesario aclarar la manera en que se ha estado haciendo teoría desde nuestra disciplina; a fin de determinar la real factibilidad de generar teoría desde la misma práctica, en éste caso, desde el CEEB.

José María Mardones  plantea que en las llamadas ciencias del espíritu, culturales, humanas o sociales se ha desatado una polémica que refiere a su estatuto de cientificidad (1991, pág. 19) y en aquello en lo que se basan para decir que son científicas. Nada es certero ni está totalmente definido dentro de ésta polémica, pero si encuentran un origen en común que las contrasta: la tradición galileana y la tradición aristotélica de la que podrían desprenderse hasta los actuales debates de cientificidad. La primera asociada a esta concepción antropocéntrica de dominación de la naturaleza y el mundo que busca develar la estructura del mundo físico y, la segunda, más orientada a su comprensión y a “dar razón de los hechos(Mardones, 1991, pág. 21). A partir de estas tradiciones y, en conjunto con la nueva tarea de conocer al ser humano surgen las disciplinas que lo estudiarán desde distintas perspectivas, aunque ya lo decía Karl Popper en uno de sus escritos: “somos buscadores de la verdad, pero no sus poseedores (Domingo, de la Fuente, López, & Tauste, 2003). Y es que el estatuto de ciencias está dado por las verdades que puede develar una disciplina en pro del entendimiento de aquello que nos rodea. Y si bien, no llegaremos a poseerlas todas, estaremos por lo menos acercándonos. Ahí radica la importancia de la investigación en nuestra disciplina. Sin conocer la variedad de perspectivas que rodea la historia construida de sujeto desde las distintas disciplinas, es imposible realizar un ejercicio profesional adecuado, porque el sujeto en sí, no es único y por ende, las metodologías y técnicas deberían ser específicas en relación a la estrategia que orienta la intervención misma propuesta por el profesional. “La intervención profesional debe estar orientada a transformar las situaciones problemáticas objeto de su intervención…para lograrlo es imprescindible el conocimiento de aquello que se pretende transformar, es decir que es inseparable la relación entre conocer/comprender-intervenir-transformar (Travi, 2004, pág. 80). Si bien en ésta definición se tensiona el dualismo clásico de las ciencias sociales de la teoría/praxis, es necesario tener presente que pensamiento y acción son caras de una única verdad, y que para transformar la realidad es necesario conocer la dirección que se quiere seguir y dónde se quiere llegar (Toledo, 2004, pág. 3). A raíz de lo anterior, ¿podríamos plantear entonces que la generación de conocimiento en nuestra disciplina se construye desde la especificidad misma del sujeto orientada a la transformación de una situación problemática, fundamentada y contextualizada en un plan de intervención? Y si es así, ¿cómo evitar que el conocimiento que se produciría, no pase a ser más que una metodología de intervención específica?  ¿Acaso el conocimiento del que hablan los investigadores y académicos de Trabajo Social se limita a hacer más eficientes las metodologías y técnicas implementadas en los procesos de intervención? Mardones escribe: “la posibilidad de construir cualquier disciplina de las ciencias sociales en una reflexión profunda y rigurosa, se fundamenta en el requisito de mantener una permanente vigilancia epistemológica sobre la praxis científica… si existe una sólida reflexión en torno a los supuestos del conocimiento... será posible elaborar análisis y sugerir soluciones desde los fenómenos concretos (1991, pág. 7).  Se trata entonces de romper sentido común y aceptar que el objeto se construye en tanto “supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a la percepción(Bourdieu, Chamboredon, & Passeron, 2004, pág. 29). Se debe problematizar entonces el conocimiento y en tal sentido, nuestra función no sería la de hablar por otros, sino “mostrar contradicciones de los discursos… las categorías no son un a priori, sino un resultado en el cual se ponen en evidencia las lógicas en juego (Matus, 1999, pág. 67). Y como “en el propio proceso de conocimiento el objeto se transforma (Grassi, 1995, pág. 39), la propia teoría del trabajo social debería capturar el cambio producido en el conocimiento producido por sus colegas, problematizando la teoría e “iluminando las contradicciones (Matus, 1999, pág. 67) que permitirán el análisis y la reflexión que es posibilitada en el proceso de sistematización que permite organizar los saberes que se infieren en la práctica (Toledo, 2004, pág. 4) y con ello, “dar cuenta de un realidad social compleja, heterogénea y cambiante… un esfuerzo de problematizar la realidad, de construir un saber colectivo (Aguayo, 1995, pág. 56).

Para ver la factibilidad de aplicar lo recién expuesto dentro del CEEB, podríamos tomar como ejemplo la metodología de talleres SAT que es enviada desde la CORMUP. Más allá de la coherencia que pudiese haber entre la estrategia, metodología y las técnicas utilizadas en el mismo, es pertinente enfocarse en las sesiones y actividades propuestas en cada una de ellas. El taller está dirigido a estudiantes desde 5to a 8vo básico y sin embargo, las actividades no prestan atención a la diferencia de edad, motivación e intereses de cada uno de los niños y niñas participantes del taller. En relación a esto, se podría inferir que la construcción de la metodología no fue la adecuada, pensando en el sujeto al que iba dirigida, lo que podría traer implicancias negativas en los niños, por ejemplo, desinterés por seguir participando y con ello, desorden y hasta un mal desarrollo de la actividad con el resto del grupo. El aporte entonces sería confrontar el documento teórico-conceptual construido por la CORMUP con lo ocurrido a la hora de implementar la metodología y con ello, proponer otras formas de llegar a la estrategia y objetivos de la intervención que se fundamenten con datos obtenidos a partir de una investigación de tipo cuantitativo y/o cualitativo. Además, y en concordancia con lo anterior, estaríamos problematizando tanto al sujeto de intervención, como a la construcción misma propuesta desde la CORMUP. Se podrían agregar otras experiencias culturales vividas en la comuna y los estudiantes, y diseñar una metodología diferenciada con el fin de re-construir al sujeto de intervención de la CORMUP. 


 III. CONCLUSIÓN

El estatuto de cientificidad de la disciplina no es un tema que sólo atañe a la misma. Enmarcados en un contexto de constantes cambios a nivel mundial, las personas cambian con sus vivencias cotidianas influenciadas tanto por el entorno como por ellas mismas. En este sentido se hace problemático desde el Trabajo Social generar conocimiento a partir de las conceptualizaciones de los sujetos de intervención. Por ello, se hace necesario una actividad constante de retro-alimentación con la teoría y la praxis misma que enriquecerá el plan de intervención orientado a transformar la realidad social de los sujetos. Y esto no es posible si no va de la mano con una reflexión constante acerca de la experiencia y una comunicación directa con un sujeto inmerso en un contexto que lo determina. De ahí que sea necesario construir y re-construir tanto los conceptos con los que se definen nuestras categorías, como la teoría que existiría acerca del fenómeno. De ahí que sea necesario exponer las contradicciones que en el ejercicio mismo de la profesión se valen para aportar nuevas perspectivas y elementos para el análisis de las actuales categorías que giran en torno a los sujetos. La vigilancia epistemológica y la reflexión se hacen fundamentales en el proceso que evita la desnaturalización de los fenómenos y a su vez, la cristalización de los mismos sujetos con quienes intervenimos. La sistematización es un recurso valioso en este sentido, porque permitiría organizar la experiencia para finalmente, volver sobre ella y extraer los aprendizajes obtenidos a lo largo del proceso. 

De ahí que sea interesante la propuesta expuesta por Ulises Toledo cuando plantea la generación de una epistemología regional (Toledo, 2004, pág. 1) que de cuenta del contexto en el que se desarrolla o percibe cierto fenómeno particular en un momento histórico determinado. A modo personal, más que buscar cientificidad en la disciplina misma, es más provechoso y beneficioso para los estudiantes y profesionales, encontrarnos con la filosofía del conocimiento; encontrarnos con la epistemología mismas de las ciencias sociales y construir miradas propias que den sentido a nuestras prácticas profesionales. Es el aprendizaje y legado que nos han transmitido los filósofos en la historia misma del conocimiento. Y es que el Trabajo Social es una disciplina que se construye socialmente, interactuando con las personas y en tensión con las instituciones que nos emplean en un tiempo y espacio determinado y condicionado históricamente (Melano, 2002, pág. 7).

 

IV. REFERENCIAS

Aguayo, C. (1995). Fundamentos teóricos para la sistematización en Trabajo Social. Perspectivas: Notas sobre intervención y acción social.
Aquín, N. (2006). Reconstruyendo Lo Social: Prácticas y Experiencias de Investigación desde el Trabajo Social. Buenos Aires, Argentina.: Espacio.
Bourdieu, P., Chamboredon, J.-C., & Passeron, J.-C. (2004). El oficio de sociólogo. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
Celia, M. d. (1976). Teoría de la Intervención en Trabajo Social. Revista de Trabajo Social de la Pontificie Universidad Católica de Chile .
CORMUP. (2012). Modelo de Intervención: Equipos Profesionales Duplas Psicosociales de Educación Peñalolén. Santiago, Chile.
Domingo, A., de la Fuente, P., López, S., & Tauste, F. (2003). Popper/Kuhn: Ecos de un debate. Barcelona, España: Ediciones de Intervención Cultural.
Giannini, H. (2009). Breve Historia de la Filosofía. Santiago de Chile: Catalonia.
Grassi, E. (1995). Trabajo Social e Investigación Social: Unarelación necesaria. Perspectivas: Notas sobre intervención y acción social .
Mardones, J. M. (1991). Filosofía de las ciencias humanas y sociales: Materiales para una fundamentación científica. Anthropos.
Matus, T. (1999). Propuestas contemporáneas en Trabajo Social: Hacia una intervención polifónica. Buenos Aires, Argentina: Espacio.
Melano, M. C. (2002). Teoría y métodos: Su significatividad para la formación del Trabajo Social. Revista Regional de Trabajo Social .
Toledo, U. (2004). ¿Una Epistemología del Trabajo Social? Cinta de Moebio No. 21, Universidad de Chile .
Travi, B. (2004). El papel de la teoría en el proceso de la elaboración de diagnósticos sociales y la construcción de la legitimidad de la intervención profesional. En S. Cazzaniga, Intervención profesional: legitimidades en debate. Buenos Aires, Argentina: Espacio.



[1] En los textos Teeteto, Menón y La República se pueden leer algunas reflexiones acerca del problema del conocimiento.
[2] Aquí se refiere específicamente al texto Teeteto de Platón, que hace referencia a las nociones de doxa y episteme diferenciándolas entre aquello que puede considerarse más verídico que otro.
[3] Cfr. Immanuel Kant (1784) Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?